miércoles, 6 de enero de 2010

AL FILO DE LA CANASTA.

NOCHE DE REYES.

Hace ya una luna que tomé papel y pluma para escribir mi carta a sus majestades los Reyes Magos, en ella me explayaba cual niño ilusionado haciendo mis peticiones. No pienso aburrir a vuestras mercedes con detalles, que por otra parte son muy personales, pero puedo asegurar que los de Oriente leyeron mi carta de las primeras, pues en lo referente a nuestro querido equipo ya he atisbado cambios importantes. Anoche, como vengo haciendo metódicamente todas las vísperas de reyes, coloqué en el bargueño tres copas de anís, unos mantecados y un embozado de avena para los animales, me enfundé mi camisón, coloqué en mi testa el gorro que calienta mis orejas y bien temprano me acurruqué en mi colchón de lana, vestido con húmedas sábanas, mantas de borrego y una almohada de plumas de ganso que me alivia los reumas. No tardé demasiado en hilar un dulce sueño, mientras mis pensamientos se perdían entre la ilusión y la magia de la noche. Ronroneando, escuché las campanadas del reloj de la iglesia, creo que conté doce, justo un rato después, o eso me pareció a mí, un ruido agrio de bisagras oxidadas me desvelaba de nuevo, con las vestiduras del catre tapándome hasta el madroño, conseguí abrir un ojo, temblando por la visión que este me ofrecía, refregué mis corneas con premura, para volver a abrir en este caso los dos; no daba crédito, una imagen magnifica, imponente, sobrenatural, se iluminaba tenue pero a la vez intensa, recortando un perfil poderoso, con vestimentas de gran lujo, en rojo con bordados de oro, una gran corona…, me volví a restregar, había algo que no me cuadraba, pues entre la enorme barba blanca y esa corona encajada hasta las cejas pude ver unas gafas graduadas de avanzado diseño. - ¿Quién eres?-, pregunté con voz temblorosa. –Melchor, ¿quien si no a estas horas?-, me contestó no de muy buen agrado ante una pregunta tan tonta. –Perdonar majestad, pero no escuché que llamaseis a la puerta-. –Serás bruto Guardián, ¿he llamado alguna vez a tu puerta en todos estos años?-. – No majestad-, contesté más tranquilo ante lo evidente, mientras el terciaba de un solo golpe copa a copa, hasta dejar las tres tiritando. -¿Venís solo?- pregunté de nuevo mucho más relajado. – No, con el camello, pero lo he dejado atado en la argolla de la torre-, -ahh- exclamé. Luego se comió un mantecado y los otros dos, los guardó en una talega que le colgaba del cinturón, al cereal no le hizo mucho caso, parece ser que su camello come otras cosas. Luego le pregunté que le esperaba a nuestro equipo, con sumo desparpajo me anunció que algún día habitaríamos en la orbita de la ACB, que grandes estrellas pasarían a formar parte de nuestra plantilla, que no existiría en el firmamento un equipo como el nuestro… Atónito, ante su verborrea me atreví a interrumpir para hacer mi última pregunta. -¿Dónde está mi regalo? A eso no recibí respuesta, se despidió entre una nube de humo y no lo he vuelto a ver.

Un personaje muy transparente, pensé, pero el próximo año el anís y los mantecados los guardo bajo llave, a cambio le pondré un vasito de leche de burra, que es muy bueno para las noches de frío y mi carta la enviaré a su majestad Baltasar que es el rey de Romualdo y según me ha dicho esta mañana le ha traído una moto.

Guardián de la Torre.

2 comentarios:

Taburete dijo...

Muy buena la entrada Guardían, ha sido la entrada más entretenida de todas las que te he leido.
Se ve que al Rey Melchor le ha dado envídia de Papá Noel y por eso se ha puesto las gafas.
Debería de usar lentillas, al menos una vez al año (concretamente la noche del 5 de enero).
Que el nuevo año sea para todos un año de felicidad y prosperidad.

Cc dijo...

Sobresaliente y entretenida la entrada Guardián.